
La Navidad y el sentido de nuestra existencia
Por Kelly Gianina Rojas Ruiz *
La llegada de la Navidad es la época de la esperanza, de la fe y humildad, por el Nacimiento del Salvador, de nuestro Redentor, Jesús, el Hijo de Dios. Es una nueva oportunidad para demostrar afectos, hacer obras de caridad, perdonar ofensas, iniciar caminos con paso firme, caminos que nos conlleven a la felicidad, redescubrir – o descubrir- cuál es el sentido de nuestra existencia, para qué vivimos y cuál es nuestra misión en la tierra.
Los cristianos reciben con mucha alegría esta época porque son concientes de su significado, aunque ciertamente la publicidad y mercadotecnia se han encargado de comercializar esta fecha. No debemos olvidar que al contemplar el árbol con su estrella y el belén tenemos que ahondar en lo que estos bellos objetos nos quieren decir. El color verde del árbol simboliza la inmortalidad que Jesús nos obsequia con su Redención. Fue precisamente San Bonifacio quien plantó un pinito verde, y lo señaló como símbolo del nacimiento del Hijo de Dios. Cuentan que la primera vez que lo presentó a la comunidad, causó gran simpatía y algazara, pues de sus ramas pendían manzanas, ¿Cuándo se había visto un pino con manzanas?... para Dios todo es posible; la estrella significa la fe que debe guiar nuestras vidas; las esferas colgadas significan las oraciones de adviento y cada uno de sus colores también posee un significado; azules, oraciones de arrepentimiento; plateadas, de agradecimiento; doradas, de alabanza y rojas, de petición. Mientras que la historia del Belén nace en San Francisco de Asís, ya que fue a este Santo a quien se le ocurrió escenificar el nacimiento un viernes 25 de diciembre en que se inicia el solsticio de invierno y la puesta del sol asciende hasta brillar en todo su esplendor. Dicha actuación encantó al público y se difundió por todo el mundo, hasta convertirse en tradición.
Sin embargo, todos estos bellos símbolos aún no han logrado convertir a aquellas almas que no creen en Dios y que dejan pasar esta época como si no tuvieran ningún motivo para celebrar en familia, reflexionar o profundizar en sus actitudes, comportamientos y sentimientos. Estas líneas van dedicadas a ellos, a quienes no han descubierto el verdadero sentido de su existencia, a quienes no tienen un motivo para vivir, a quienes el mundo les ha robado sus sueños, ilusiones, a quienes se han olvidado de su vocación como seres humanos, como profesionales o como personas que se dedican a un determinado oficio y ya no les importa los valores éticos, la moral, el valor de la vida, el respeto por el prójimo, la humildad y solidaridad inclusive en política o en cualquier aspecto en el que giren sus vidas. A ellos les exhorto a la profunda meditación, es vital saber que rumbo queremos para nuestra vida, por qué lo decidiremos así y depende de ello, actuar coherentemente con nuestras ideas, con nuestra doctrina o ideología. No podemos permitir que el mundo nos conquiste, debemos ser seres sobrenaturales. La meta es muy difícil, pero no imposible y de llegar a resultados tangibles, seremos muy felices y con mucha fe, no volveremos a caer en la nada, en ese vacío que nos carcome y nos oscurece el alma. Recordemos que contamos con la ayuda de Dios –pese a que algunos no acepten su existencia- además, contamos con un ángel que guía nuestros pasos y por si fuera poco, la Gracia de Dios nos es impartida en la Santa Misa a través de los frutos de este Perfecto Sacrificio. Recordemos que para aprender a vivir debemos primero aprender a pensar, orientarnos en nuestros pensamientos y actitudes para caminar correctamente por el sendero que nos lleve a la felicidad y por tal, a un sitio en el Corazón de nuestra Madre Purísima, la Virgen María y el Divino Niño, Jesús. Invocar constantemente la sabiduría que viene del Espíritu Santo. Por todos estas bellas razones, no podemos dejar pasar esta fecha para entregar todo nuestro amor a nuestra familia, prójimo, a quien amemos o a quien ni siquiera conocemos, los niños sin padres, las personas muy humildes…Si lo decidimos, todos los días pueden convertirse en Navidad y quizá el próximo año, regalemos un Oplateck.
* Egresada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Piura.
Por Kelly Gianina Rojas Ruiz *
La llegada de la Navidad es la época de la esperanza, de la fe y humildad, por el Nacimiento del Salvador, de nuestro Redentor, Jesús, el Hijo de Dios. Es una nueva oportunidad para demostrar afectos, hacer obras de caridad, perdonar ofensas, iniciar caminos con paso firme, caminos que nos conlleven a la felicidad, redescubrir – o descubrir- cuál es el sentido de nuestra existencia, para qué vivimos y cuál es nuestra misión en la tierra.
Los cristianos reciben con mucha alegría esta época porque son concientes de su significado, aunque ciertamente la publicidad y mercadotecnia se han encargado de comercializar esta fecha. No debemos olvidar que al contemplar el árbol con su estrella y el belén tenemos que ahondar en lo que estos bellos objetos nos quieren decir. El color verde del árbol simboliza la inmortalidad que Jesús nos obsequia con su Redención. Fue precisamente San Bonifacio quien plantó un pinito verde, y lo señaló como símbolo del nacimiento del Hijo de Dios. Cuentan que la primera vez que lo presentó a la comunidad, causó gran simpatía y algazara, pues de sus ramas pendían manzanas, ¿Cuándo se había visto un pino con manzanas?... para Dios todo es posible; la estrella significa la fe que debe guiar nuestras vidas; las esferas colgadas significan las oraciones de adviento y cada uno de sus colores también posee un significado; azules, oraciones de arrepentimiento; plateadas, de agradecimiento; doradas, de alabanza y rojas, de petición. Mientras que la historia del Belén nace en San Francisco de Asís, ya que fue a este Santo a quien se le ocurrió escenificar el nacimiento un viernes 25 de diciembre en que se inicia el solsticio de invierno y la puesta del sol asciende hasta brillar en todo su esplendor. Dicha actuación encantó al público y se difundió por todo el mundo, hasta convertirse en tradición.
Sin embargo, todos estos bellos símbolos aún no han logrado convertir a aquellas almas que no creen en Dios y que dejan pasar esta época como si no tuvieran ningún motivo para celebrar en familia, reflexionar o profundizar en sus actitudes, comportamientos y sentimientos. Estas líneas van dedicadas a ellos, a quienes no han descubierto el verdadero sentido de su existencia, a quienes no tienen un motivo para vivir, a quienes el mundo les ha robado sus sueños, ilusiones, a quienes se han olvidado de su vocación como seres humanos, como profesionales o como personas que se dedican a un determinado oficio y ya no les importa los valores éticos, la moral, el valor de la vida, el respeto por el prójimo, la humildad y solidaridad inclusive en política o en cualquier aspecto en el que giren sus vidas. A ellos les exhorto a la profunda meditación, es vital saber que rumbo queremos para nuestra vida, por qué lo decidiremos así y depende de ello, actuar coherentemente con nuestras ideas, con nuestra doctrina o ideología. No podemos permitir que el mundo nos conquiste, debemos ser seres sobrenaturales. La meta es muy difícil, pero no imposible y de llegar a resultados tangibles, seremos muy felices y con mucha fe, no volveremos a caer en la nada, en ese vacío que nos carcome y nos oscurece el alma. Recordemos que contamos con la ayuda de Dios –pese a que algunos no acepten su existencia- además, contamos con un ángel que guía nuestros pasos y por si fuera poco, la Gracia de Dios nos es impartida en la Santa Misa a través de los frutos de este Perfecto Sacrificio. Recordemos que para aprender a vivir debemos primero aprender a pensar, orientarnos en nuestros pensamientos y actitudes para caminar correctamente por el sendero que nos lleve a la felicidad y por tal, a un sitio en el Corazón de nuestra Madre Purísima, la Virgen María y el Divino Niño, Jesús. Invocar constantemente la sabiduría que viene del Espíritu Santo. Por todos estas bellas razones, no podemos dejar pasar esta fecha para entregar todo nuestro amor a nuestra familia, prójimo, a quien amemos o a quien ni siquiera conocemos, los niños sin padres, las personas muy humildes…Si lo decidimos, todos los días pueden convertirse en Navidad y quizá el próximo año, regalemos un Oplateck.
* Egresada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Piura.
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